9.11.16

L'amour

Hace unos años, cuando mi hermana se mudó a Bruselas e íbamos a verla nos llevaba a un parque muy grande con cerezos, patos, carpas y burros que estaba cerca de su casa. Justo enfrente había un edificio enorme que contrastaba con todas las casitas bajas de alrededor. Siempre decíamos lo mucho que tendría que molar vivir ahí y ver todo Bruselas por tu ventana. Desde abajo contábamos los pisos: 34.



Pues bien, el anciano señor Smet, a quien mi hermana conoció años después, vivía ahí con su mujer. Lamentablemente la señora Smet tenía una grave enfermedad contra la que luchó muchos años pero, finalmente, falleció quedando así triste y solo el señor Smet. En ese mismo edificio, dos pisos más abajo vivían el señor y la señora Maes, un matrimonio de avanzada edad. Una noche, el señor Maes se cayó al suelo y su esposa no lo podía levantar, por lo que fue buscando ayuda de rellano en rellano hasta que llegó a la casa del señor Smet, quien los ayudó. Pasados unos meses el señor Maes falleció.

Un día  la señora Maes tenía un problema con su ordenador y recordó lo amable que había sido el señor Smet, así es que subió a pedirle ayuda una vez más. El señor Smet, siempre educado, dedicó una tarde entera a su ordenador y, finalmente, le resolvió el problema. Durante aquella tarde hablaron de muchas cosas, pues tenían mucho en común, ella comentó que en unos días sería su cumpleaños, pero después de la muerte del señor Maes no tenía intención de celebrar nada. El señor Smet dijo que a él le pasaba lo mismo. El día del cumpleaños, lo último que ella quería era salir a la calle. Alguien llamó al timbre de la señora Maes, se asomó por la mirilla y vio al señor Smet, ¿qué le ocurriría? "Céline, arréglate que te invito a cenar". Una hora y media más tarde ambos compartían una agradable velada en un restaurante cercano al edificio.

Pasados unos años, mi hermana y mi cuñado buscaba un piso nuevo, pues la familia crecía, y ella vio un anuncio de un piso en el nivel 21 de aquel emblemático edificio. "No lo vamos a alquilar, porque debe de ser carísimo, pero al menos podremos saber cómo son las vistas". Cuando llamó para informarse se lo cogió el Señor Smet, le habló de que estaba muy bien adaptado para el carro del bebé, pues, según le contó, ahí vivió él muchos años con su esposa, la cual iba en silla de ruedas. "A mí el piso me encanta, pero ya no vivo ahí y es una pena tenerlo desocupado... Pero continuo viviendo en el edificio, sólo que dos pisos más abajo. Resulta que hace unos años la vecina de abajo subió a pedirme ayuda porque su marido se cayó al suelo...".

Dice mi hermana que se les ve superfelices y les encanta contar cómo se conocieron; ya va por la tercera vez que ha oído la historia. Una noche los invitaron a cenar y les enseñaron las fotos de todos los cruceros fluviales que han hecho últimamente. Cuando bajamos en el ascensor desde su casa, una de las atracciones es parar en distintos pisos, porque cada rellano es distinto. En la puerta de ellos hay una placa como las de las calles de París que pone "Plaza de los jubilados" y lo tienen todo decorado con pajaritos. Viven su amor a tope.

4 comentarios :

NeoJin dijo...

Que boniiiiiiiiiiito Criiiiiiiiiiiiiiiiiiti

conejito zombi dijo...

Jhiiiiiiiiiiii

Anakina dijo...

Jo :_____ bonito y triste a la vez

Fernando dijo...

Para que luego digan que los belgas son aburridos.