3.10.21

Mi vida y los bichos, un clásico.

Con la llegada de las lluvias otoñales como la de hoy, aparecen hormigas aladas que salen de su hormiguero para aparearse, el vuelo nupcial que lo llaman. Los machos, tras esto mueren. Las hembras pierden sus alas y, aprovechando que la tierra está blanda por la humedad y es fácil excavarla, construyen un nuevo hormiguero, en el cual depositará sus huevos de donde nacerán nuevas obreras, creando así una nueva colonia de la que serán las reinas.

Todo esto lo aprendí cuando me tuve que documentar sobre hormigas, ¿por qué? Lo explico en este texto que escribí hace un año, olvidé subir y acabo de encontrar. (El clickbait ha llegado a este blog. Aquí os revelo el secreto que Steve Jobs no quiere que sepas y por el cual incluso difunto es más rico y huele mejor que tú):

Resulta que cuando estábamos confitados para no estar sola en casa Dios hizo una de sus actividades favoritas, me mandó una de sus plagas: hormigas. Salían de las grietas de los azulejos de mi baño y cocina. Primero aparecían varias en el suelo de la cocina cuando alguna miga furtiva caía. Yo les echaba insecticida, morían y no las volvía a ver hasta que otra miga traicionera caía. Tras muchos eventos similares me di cuenta de que así nunca ganaría esta guerra, no importaba cuantas veces repitiera el ciclo, siempre habría hormigas de sobra para reemplazar a las que mataba. Empecé a documentarme sobre las hormigas lasius niger y su complejísimo sistema social. ¿Sabíais que estas hijas de puta se comunican por algo así como el wifi y se dan información a una velocidad pasmosa sobre dónde se te ha caído esa minúscula migaja de Ruffle jamón jamón?

Con todos los conocimientos adquiridos, decidí cambiar mi estrategia y compré un cebo, que no es otra cosa que una cajita untada por dentro de algo que debe de saber a Oreo. El retorcido plan maestro según rezaban las instrucciones era que ellas pasaban por ahí, se impregnaban de ese néctar tóxico, volvían a su hormiguero y envenenaban a sus reinas, las únicas con capacidad reproductiva, por lo que la colonia estaba condenada a desaparecer. Parecía un plan sin fisuras. La humanidad libraba una batalla contra el coronavirus y yo contra las hormigas. Al poner la trampa, la población de hormigas visibles creció aún más, sin embargo, ya sólo las veía en el cebo y no en otros lados. ¿Asqueroso? sí, pero práctico, las tenía localizadas y no me aparecían en la encimera. Era como tener una granja de hormigas, bello a su modo.

El flujo de obreras a veces crecía y a veces disminuía, no sé bien obedeciendo a qué, pero seguro que a algo, porque estas asquerosas no dan puntada sin hilo. En cualquier caso, había días que la cantidad era tal que era repugnante, como se ve en la foto, pero yo esperaba pacientemente a que el cebo hiciera su efecto. Esta historia duró de marzo a junio. Mientras tanto cambié de cebos, por si estaban defectuosos y sellé mil grietas (trabajo tedioso y lento donde los haya). Total, que intenté quitar el cebo viendo que la cantidad de hormigas de mi granja crecía exponencialmente y volví a ser más ofensiva y menos táctica. Ahí la cosa se desmadró por completo y empezaron a aparecer por cientas en lugares prohibidos como despensa y encimeras. ¿Habéis visto algún video de la marabunta? Pues estaba grabado en mi cocina. Era nauseabundo, imposible cocinar. Total, que ya me rendí y llamé a un experto en plagas. 

No sé cómo no he desarrollado un trastorno obsesivo compulsivo con la limpieza entre el coronavirus en el hospital y la paranoia con que ni una ínfima miga ni una mísera gota de una naranja termine en paradero desconocido.

En el último capítulo de esta serie, tras un mes de la fumigación, ha habido un rebrote. Por ahora el foco parece controlado. Salen de un punto imposible de cerrar porque es inaccesible. Por un motivo que desconozco, van a una esquinita y ahí mueren. Creo que han decidido ir ahí a realizar un suicidio colectivo. Todas. Al mismo sitio. Me cuadra perfectamente con el perfil psicológico de las hormigas. El de las plagas me dice que la única solución que ve es llamar a un albañil que arregle esos azulejos, que él no puede hacer más, yo personalmente creo que tengo que llamar a un psicólogo de hormigas.

Después de escribir eso llegó el otoño, supongo que pasó la movida del vuelo nupcial y desaparecieron. Este verano de 2021 sólo he visto 3 hormigas aisladas. Aún así, sé que nunca podré bajar la guardia.

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