8.8.19

El sueño catalán (esperemos que la definitiva)

Por fin se ha hecho realidad el sueño de mi vida, uno de los principales motivos por los que tirar a la basura dos años estudiando: poder independizarme. Que no es que me peguen mis padres, pero una ya tiene una edad y está hasta el coño de vivir como una adolescente. Quiero poder disfrutar de los pequeños placeres de la vida, como tener sexo en la cocina, cambiarme la copa menstrual con la puerta abierta o desayunar lentejas sin que nadie me juzgue.

Tras ver unas cuantas casas tuve un flechazo con una de ellas. Localización óptima y más luz que todo Instagram. Antes veía las tetas de mi vecina Van Bragas y ahora veo esto.



A los pocos días empezó la mudanza. Parece mentira que con las mudanzas que llevo (creo que esta es la 17°) y con lo poco de acumular que creo que soy, siempre me sorprenda la cantidad de cosas que tengo. ¡Qué espanto! ¡Cómo odio mudarme!

Cuando vi el primer día la cocina no parecía tan sucia... la cosa cambió al abrir cajones, armarios, la campana... esa cocina parecía las de los programas de Chicote. Hasta la fecha, la grasa que yo había manejado se podía gestionar con el milagro antigrasa, pero esto era serious business. Utilicé el KH7, pero necesitaba algo aún más potente, algo que nunca antes había utilizado, algo sólo manejable por científicos especializados en armas químicas y señoras mayores: el amoniaco. Vestida como cuando trabajaba en el quirófano con guantes, mascarillas y bata me dispuse a usar semejante producto contra esa cocina forrada con un engrudo formado por el matrimonio entre la grasa y el polvo. ¡Y esa mierda funcionó!

Como la casa apestaba a amoniaco, tenía las ventanas siempre abiertas y en una de esas entró esto.



Me puse en lo peor, pensé que era una cucaracha. Fui a por el Matón mientras me iba haciendo terapia psicológica "¡No pasa nada, tú le puedes, eres más grande y llevas botas de bailar ska!". Finalmente, era una repugnante tijereta. ¿Alguien de aquí les llama cortachuchas? Es que no sé si es acuñado por mi familia o es un concepto que existe.

Como me he independizado, no tengo quien me mate las tijeretas que fingen ser cucarachas y tengo miedo a los bichos de la noche, me he visto en la obligación de poner mosquiteras. El mundo de las mosquiteras es más intrincado de lo que a priori puede parecer, sobre todo si estás de alquiler, no vives en un bajo y tienes ventanas correderas. Hay dos opciones, la cara que funciona y la barata que más bien no... Por supuesto elegí las baratas, que son de velcro. Tras invertir NeoJín y yo muchas horas de minucioso trabajo de medir, cortar y pegar, alternando con momentos de jugar a que estábamos en Maestros de la costura y teníamos que confeccionar un velo para la boda de la infanta Leonor, conseguimos unas mosquiteras que a veces se despegan porque el pegamento con el que el velcro debe adherirse a la ventana no pega una mierda (puto Leroy Merlin). Eso sí, las mosquiteras fueron amortizadas la primera noche.

"¡NO! ¡PUEDES! ¡PASAR!"

También tuvieron cabida los accidentes durante esta mudanza. ¿Sabíais que el 100% de los accidentes domésticos ocurren en el hogar? Pues esta estadística se cumplió cuando estaba dejando unas cosas en la parte baja de la nevera y al levantarme, no me di cuenta de que me había dejado abierta la puerta de un armario. Me casqué una hostia impresionante y empecé a sangrar. Llamé corriendo a mi hermana pensando que tendría que ir a que me graparan la cabeza y vino altamente pensando que se encontraría a Carrie, pero cuando llegó, ya casi no sangraba y quedé de dramática. Después de ver la muerte de cerca, me quedé con ganas de más y me caí de la bici. Me he dado cuenta de que la vida de la opositora podía ser una mierda, pero era segura. Sentada todo el día en mi escritorio no había peligros. Vamos, es que como no veía a nadie, ni me duchaba, reduciéndose las potenciales caídas en la ducha. He batido todos los récords higiénicos de la humanidad y ahora mi pelo aguanta limpio días sin engrasarse. No hay que lavarse tanto el pelo, es un truqui de belleza que compartimos los homeless y los nerds. ¿Por qué estoy haciendo público esto? No lo sé, pero continuo contando las gilipolleces que me han ido pasando en este periodo de transición.

Entre los muchos sueños de mi vida que estoy cumpliendo ¡tengo un telefonillo con cámara! Por si eso no era suficientemente guay, NeoJín y yo hemos hecho un hallazgo maravilloso. ¡¡El portero automático hace una foto a los 5 segundos de que alguien llame!! Cuando lo descubrimos nos abrazamos emocionados con los ojos vidriosos y empezamos a ver la galería y a especular sobre la vida del último inquilino/a. Vimos a muchos señores mayores, lo que lógicamente nos llevó a pensar que tenía una clara atracción sexual hacia este sector de la población. Aunque al parecer tuvo algún pretendiente más joven.



Tras toda esa gente anónima empezaron las caras conocidas, todas las visitas que había tenido esas semanas. Fue muy emotivo recordar momentos memorables, como la visita de mis seres queridos, repartidores y el técnico que me instaló internet. Ahora cometo actos de vanidad llamando a mi propia casa y posando. Cuando deje la casa puedo dejar fotos del anillo de The Ring y de mí haciendo de Samara. O fotos en bolas. Algo hay que hacer para dejarle algo sobre lo que especular al siguiente inquilino.

También he realizado mi primera visita (y esperemos que no la última) al Ikea de la basura. La gente tira cosas que están más limpias que mi cocina cuando llegué. Y me viene muy bien porque a penas tengo muebles para guardar cosas. Pero pese a que tengo pocos muebles, me paso los días jugando a los Sims cambiándolos de sitio. Ya habréis deducido que si cojo los muebles de la basura y tengo mosquiteras de velcro, todavía no he encontrado dónde se mete el Klapaucius.

Paralelamente a la mudanza, he empezado la residencia y, como esperaba, soy la más vieja. Lo bueno es que como me conservo en café, paso desapercibida. Lo malo es que el ambiente es aún más jaranoso del que ya de por sí esperaba.

Yo que veía a los MIR siempre tan formales, tan aplicados, los respetaba tanto cuando me pautaban un tratamiento y a la misma vez me daban mucha pena algunos R1 recién aterrizados cuando los veía tan pardillos porque eran nuevos. Ahora que he descubierto que tienen dos caras y que al salir del hospital viven en American Pie, se me ha caído el mito. Y claro, en medio de ese ambiente hormonado y alcoholizado de Física o Química, estoy yo sin saber qué decir ni a dónde mirar, que ya mi Erasmus con 21 años fue el Erasmus más soso de la historia, ahora que ya limpio con amoniaco y repaso las juntas del suelo de la cocina, ni te cuento. Estoy ya en 3 grupos de Whatsapp y el emoticono de las cervezas es el que más se usa. Yo hago por no ser una aguafiestas e integrarme, pero claro, todo tiene un límite y no quiero acabar así.


La residencia me está encantando, pese a que tengo que echar más horas de lo que debería de ser legal y que de vez en cuando alguien te dice "La especialidad que estás haciendo no vale para nada". Pero estoy aprendiendo todo lo que siempre quise saber y nadie me explicó y yo con eso soy muy feliz. Y, con permiso de los abuelitos, tengo los mejores pacientes que existen .

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