15.3.24

La vida del sommelier de AOVE

Quien haya leído entradas anteriores de este blog ya sabrá que he terminado en actividades de lo más surrealistas a causa de su carácter gratuito. Por este motivo ayer arrastré a NeoJín a nuestra última azaña: una cata de aceites superpremium de esta tierra de olivos que es Úbeda.

Nos hicieron pasar a una sala donde había una mesa de juntas muy grande, de esas en las que en las películas los trabajadores de las empresas tienen ideas muy raras que catapultarán al negocio al éxito o les buscarán la ruina. Estoy segura de que ahí se han tramado planes para dominar el mundo… o al menos para subir el precio del aceite. 

Lo primero que nos dijeron es que una cata no era una degustación y que no nos íbamos a dar un festín. Primera desilusión del día. Luego nos explicaron muchas cosas sobre el aceite y cómo debíamos catarlo.

Hay distintas fases:

  • La primera era olerlo. Cuando nos preguntaron que a qué olía la gente decía sabores dispares “¡A alcachofa!”, “¡A plátano macho!” y los instructores “¡¡¡CORRECTO!!!”. Yo flipaba. Eso sólo olía a aceite.
  • Luego había que enjuagarse con él como si fuera Listerine y coger aire por la boca haciendo sonidos obscenos.
  • Después, había que tragárselo para notar otros sabores distintos. En este punto NeoJín estaba convencido de que, tras un rato, alguien de esa habitación moriría súbitamente y el resto tendríamos que descubrir quién lo había matado.
  • El siguiente paso era a los 10 segundos de tragárselo, cuando la gente se ponía sincrónicamente a toser (es lo que tiene echarse un lingotazo de aceite a palo seco).

La gente notaba sabores completamente diferentes entre unos y otros (o eso decían). Yo sólo noté que uno estaba más amargo.

Nos dijeron que sólo había que beber un traguito, pero, ¿quién era el tonto que se dejaba ahí ese oro líquido que nos habían dicho que era carísimo y que tenía propiedades que nos haría inmortales? Nos abocicamos a los vasitos como si no hubiera un mañana. No lo intenten en casa. 

Sin embargo, hubo un secreto que estos eruditos olvidaron decirnos. La última fase de una cata ocurre horas después: cuando paladeas el sabor de los eructos de aceite. Eso sí es retrogusto, ¡la verdadera experiencia gourmet!

6 comentarios :

Mil215 dijo...

Feliz de leerte de nuevo. :_) No he estado jamás en una cata de nada, pero si pudiera iría sin dudarlo a una de pan. Igual se puede combinar con la de aceite y se matan dos pájaros de un tiro, quién sabe.

NeoJin dijo...

Cuando dijeron que no era eso una merienda yo me levanté y dije que hasta ahí, que no me iban a tomar a mí el pelo. Ya me cogiste del brazo y me calmé, pero qué enfado. Lo mejor es que me quede ahora un tiempo en la sombra.

conejito zombi ◕‿◕ dijo...

@Mil215: Bueno, que no se enteren esos Nazis del aceite que quieres mezclar el pan con aceite, que ya les parecía un crimen ponernos unos colines para quitarnos el gusto entre un aceite y otro. Según ellos sólo se podía comer yogur. Ahí quedó claro que no se iba a comer ni a disfrutar xD.

@NeoJín: ¡Siempre dando la nota en todos lados! Como cuando te tropezaste y tiraste todas esas botellas de aceite de la zona de souvenirs, que nos vimos obligados a fingir que estabas inconsciente, que yo estaba muy afectada por tu estado de salud y llamé a una ambulancia para salir de ahí pitando sin que nos hicieran pagar aquella gran deuda que habíamos contraído a causa de todo ese aceite de oliva virgen extra premium ecológico que habías derramado.

Anakina dijo...

Yo esperaba que os pusieran un poco de pan pa mojar una vez acabada la cata por lo menos... Qué rancios. Mi abuelo se tomaba un chupito de aceite en ayunas para el estreñimiento, espero que no tuvierais ese efecto después

Cuando estaba en Chile me apunté a un curso gratis de "cómo preparar un buen café" y esperaba ilusionada que por lo menos nos dieran a probar café...pero nada de na, pura teoria

Anakina dijo...

P.D. Cuánta juventud en la foto

conejito zombi ◕‿◕ dijo...

@Anakina: Es que a nosotros sólo nos gustan las experiencias de la tercera edad. Todos hemos aprendido una dura lección: si quieres comer gratis, no te apuntes a este tipo de actividades.