Arancha: Día 36

Algunos me habéis preguntado por la salud de Aranchita. Ya ha pasado más de un mes desde que esa anónima naranja que habitaba una caja enorme en mitad del Mercadona pasase a formar parte de mi familia. Los días van pasando y ella sigue tan fresca y bizca como el primer día pero se ha dado cuenta de que algo extraño ocurría al ver algún que otro tomate ponerse malo y al observar la fecha de caducidad de sus convecinos. Aranchita no entendía por qué ellos perecían y ella no. Primero se lo tomó como una maldición de sus dioses Los Fruitis porque tenía que ver morir a todos sus seres queridos, pero desde hace unos días algo ha cambiado. Tras días de silencio y reflexión en la oscuridad (porque por si no lo sabéis la luz de la nevera se apaga cuando cierras la puerta) (me lo ha dicho ella) algo ha cambiado en su conducta. Cuando fui el otro día a echar mano del vino blanco la botella estaba casi vacía y Arancha rodaba desnuda y con alegría por la nevera. No quise sacar conclusiones precipitadas, pero es que la otra mañana cuando entré en la cocina a las 9 ésta fue la bonita estampa navideña que me encontré.


Arancha bebiendo vino en plena orgía frutal. Me puse seria y mantuve una conversación con ella en la que me contó que se había dado cuenta de que como no envejece puede permitirse el lujo de abusar de los placeres de la vida.



Decidme vosotros porque yo no sé que hacer con ella y está influyendo con sus actos al resto de vegetales.