12.6.25

Secretos de hospital

Saludos, internautas:

Ha pasado tiempo desde que no escribo y ha pasado algo que me cambiado la vida. Os pongo en contexto. El trabajo de un sanitario es precario por definición. Esto viene así descrito en el artículo 12.3 de la Ley General de Sanidad. Es por todos sabido que nuestra profesión se caracteriza por trabajar de noche, contagiarse de enfermedades, la sobrecarga laboral… pero hay algo que sufrimos que está silenciado. Hay una cosa sólo al alcance de unos pocos privilegiados: tener un sitio donde dejar tu ropa mientras trabajas. Lo normal es que te cambies en un baño diminuto y te enfrentes a la difícil decisión entre dejar tus cosas en el suelo o en la taza del váter. Además, compartes desnudez en ese limitado espacio con varias personas frotándose involuntariamente (o no) con tu culo. Si, para colmo de tus desgracias, eres sustituta, muy probablemente te estés presentando en ese momento tan íntimo. Después, dejas tus cosas en el baño, o en cualquier recoveco que encuentres, y procedes a rezar a todos tus dioses para que cuando vuelvas tras 12 horas permanezcan ahí.

Sin encambio, hay una élite que vive otra realidad: la gente con taquilla. Son muy pocas, pero esas personas existen, yo las he visto. Son la aristocracia hospitalaria.


El motivo de la burbuja de la taquilla es que hay muchísimas más personas que taquillas. Yo pensaba que, cuando por fin conseguías ser fija, alguien te hacía entrega de las llaves de tu taquilla. Pero cuando fui a demandarlas a mi supervisora, noté en su mirada que sintió pena por mi inocencia. Por supuesto, me fui de ese hospital sin haber conseguido una. Cuando me trasladaron, repetí la operación con el mismo resultado. Esta vez, rogué a mi supervisora que me dijera qué hilos debía mover para conseguir una, pero no era tan sencillo. El reparto de taquillas es un proceso de lo más opaco que da lugar a un mercado negro. Para el común de los mortales las únicas opciones que hay son las siguientes:

  1. Que la usuaria de una muera y te la haya dejado en su testamento.
  2. Que seas la BFF de alguien que se vaya del hospital.
  3. Que alguien quiera alquilártela (en tal caso la compartirás).

Hice cosas de las que no estoy orgullosa, como interrogar incómodamente a todas las personas que me encontraba sobre si sabían de alguna enfermera que estuviera terminal, lamerle el culo a toda la gente de 64 años o pasarme por la piedra al consejero de sanidad. Pero no fue suficiente. Sin embargo, una mañana ocurrió el milagro navideño: una compañera me dio el chivatazo de que una enfermera se trasladó a otro hospital para no volver y había dejado huérfana una —¡¡La tía guarra!!— Así pues, los de seguridad procedieron a la apertura comprobando que, efectivamente, no había nada. Ahora doy un asco increíble. Miro por encima del hombro a la gente sin taquilla, fuerzo todas las conversaciones de una manera absurda para mencionar que tengo una e incluso me he hecho una entrada en el blog que trata exclusivamente del tema.

Pero no todo son ventajas como pensaba. La posesión de una taquilla trae consigo un nuevo miedo: que me entre una okupa. ¡No es coña! He visto una nota en una taquilla que dice que está ocupada ilegalmente y que si en el plazo de 15 días no se desocupa, llamarán a Dani Desokupa. No, esto último es broma. Pero sí dice que se procederá a su apertura por parte de la dirección. ¡El mismísimo director del hospital va a encargarse de abrirla!

Como veis la cosa es seria.

19.8.24

¿Gay o etéreo?

Me han concedido el traslado de la plaza a Albacete, motivo por el cual tenemos que buscarnos un piso de alquiler. Así fue como llegamos al anuncio del piso de un señor al que llamaremos Mariano. La conversación telefónica para ver el inmueble llegó a un punto en el que me preguntó:

— ¿Dispones de vehículo?
— Eeh… ¿sí? –
No entendía a qué venía esa pregunta.
— Pues a las 19:00 me recoges en la otra punta de Albacete para ir a ver el piso. Y bueno, a la vuelta me puedes llevar en coche o… si no puedes, pues me tendré que volver andando. —Dijo con tono lastimero.

No sé si esto le pasa a la gente normal o sólo a mí, que en vez de enfrentar con sinceridad las cosas y decirle “Mire, estoy viendo pisos por la otra punta de Albacete y no me apetece tener que coger el coche para recogerlo. Si quiere venga a enseñárnoslo a pie que esto no es Madrid o al menos pregúnteme con más tacto si nos importa y deme una explicación lógica a por qué debería recogerlo”. En vez de decir todo esto dije “Sí, claro, le recogemos”.

Yo quería pensar que se trataba de un abuelo. Por la voz y la forma de hablar me cuadraba y yo a los abuelos les perdono casi todo.

A las 19:15 viendo que no venía, lo llamo.

— Hola, hemos quedado hace 15 minutos.
— Ah, sí. ¿Era para el piso de la calle Pino, verdad?
— Sí.

Cuando él y sus santos cojones se dignaron a aparecer comprobando que no era un tierno anciano, sino un señor de 66 años, le pregunto:

— ¿Pero es que tiene usted más pisos?
— Sí tengo otro que vale lo mismo, si queréis ahora lo vemos.
— Vale.

En aquel momento aún no sabíamos que Mariano era propietario de un elevado número de pisos de alquiler. En el coche fuimos de charleta y me pareció un hombre entrañable. Descubrimos que pasamos la horrible primera ola de COVID en la misma UCI, él de paciente y yo de enfermera.

Cuando llegamos a ver el piso, no estaba muy mal de no ser porque estaba muy sucio. El suelo lleno de tierra (cosa que no entiendo siendo un 3º), los muebles con una cantidad imposible de polvo, la cocina llena de grasa naranja y, la joya de la corona: la tapa del váter estaba abierta y en ella había una colonia de pequeñas mariposas. Parece ser que el último inquilino fue un microbiólogo. Desconozco si en esa casa estaba haciendo experimentos micro y macrobiológicos, lo cual habría sido una explicación a semejante ecosistema. Tal era el nivel de mierda que, yo, que me da mucha vergüenza enfrentar estas cosas, le dije:

— En caso de quedarnos con el piso, ¿se limpiaría antes?

Ahí se le enclavijó la cara y le cambió el tono de voz. Lejos quedaba ese hombre dicharachero que nos contaba que estábamos ante el último grito en colchones.

— Los inquilinos es que se piensan que tú le tienes que dejar el piso impoluto, pero luego ellos te lo devuelven sucio. Yo no te pido que me lo devuelvas más limpio de lo que te lo dejo, ¡déjamelo igual!

¿Cómo íbamos a dejar igual la granja de mariposas que había en la tapa del váter, el polvo de meses de abandono o la grasa fósil? Mariano inició un interminable soliloquio en el que decía que los inquilinos sólo exigíamos y los caseros eran los grandes mártires de esta sociedad.

— Esta raya en la pared no estaba cuando lo alquilé por última vez, en cambio yo no le he exigido al inquilino que me pinte el piso. El otro día me llamó una diciéndome que la lavadora le rompía la ropa, que tenía que cambiársela. ¡Que compre ella una!


En aquel momento ya teníamos claro que lo último que queríamos en esta vida era a Mariano de casero, pero ya le habíamos dicho que íbamos a ver otro de sus pisos. Por supuesto tuvimos que darnos otro paseo en el coche con él donde continuó su cháchara de la primera ola del COVID:

— De todos los que estábamos ahí se murieron diez hombres y un gitano, sólo sobreviví yo. La sanidad es un desastre, si es que si los zurdos invirtieran en sanidad lo que invierten en pagarles las fiestas a los gays… ¡Que yo no tengo nada en contra de los gays! que a mí me da igual que seas gay o “etéreo”... ¡Mira! es ese garaje, puedes dejar el coche dentro, pero como lo rayes, ¡Yo no quiero saber nada!

Bajamos al garaje y se pone a indicarme cómo aparcar. No quiero a abrir el melón de señores asumiendo que tienen que enseñar a las mujeres a aparcar ¡Pero es que Mariano se puso desde fuera del coche a agarrarme el volante a través de la ventana! Mi paciencia ahí estaba a punto de desbordarse y no sé cómo le pude decir con temple “Si no me suelta el volante, no puedo ver el retrovisor para aparcar”. En ese momento yo me preguntaba, cómo había ido permitiendo toda esta serie de desfachateces hasta el punto de acabar ahí para ver un piso que no quería ver con un señor sacado de una película de Hitchcock encaramado a mi volante.

Por fin llega el momento de ver el piso. Si el otro me pareció sucio… Este tenía la ducha con un dedo de moho negro. Tenía dos patios que decía que llevaban 3 años sin limpiarse porque la inquilina no lo había hecho y él menos lo iba a hacer. Apelaba a su “No te pido que me lo dejes más limpio, ¡déjamelo igual!”. Los muebles estaban destrozados, pero es que para colmo era de los pisos más caros que vimos y con diferencia el peor. Al ir a bajar una persiana estaba rota a lo que dijo exaltado “Ésta es otra, los inquilinos siempre quieren que arregle las persianas. ¡Pues no la abras y ya está!”. Mariano inició otra vez su interminable monólogo y yo que no soportaba un segundo más me inventé que teníamos que irnos a ver otro piso con urgencia y que lo llevara a su casa de vuelta su puta madre en bicicleta.

En la despedida, para sorpresa nuestra tras los distintos brotes de ira, oigo que le tiembla la voz y veo sus ojos anegados en lágrimas “Gracias a todos los sanitarios como tú yo estoy hoy aquí”. Dijo tendiéndome la mano para despedirse. Yo no daba crédito al compendio de emociones que se estaban sucediendo en tan poco tiempo. Le di la mano por la ventana de la cual se me había encaramado minutos antes y salí de ahí quemando rueda como El Vaquilla.

25.7.24

Aqualandia, un sueño húmedo

El otro día llevé a mis sobrinos al sitio más divertido del mundo: ★ Aqualandia ★. 

Hice como que mi afán era conseguir el ansiado título de Tía del año, pero sólo era una excusa para poder volver a ese maravilloso parque acuático. Mi sueño es ser enfermera allí. Desde que éramos adolescentes, mis amigos y yo siempre hemos conservado en nuestro corazón una bonita historia en la que la prima del Homy fue a Aqualandia y vio a una mujer que al tirarse por un tobogán enorme iba dejando una estela marrón. Es una historia que se vuelve más legendaria con cada narración. Sólo una ciudad tan loca como Benidorm, con más rascacielos y chonis por habitante que cualquier otra, podría albergar un lugar así.



Yo quería que mis Pinchis supieran dónde íbamos para poder emocionarnos juntos pensando en lo que se nos venía, pero mi hermana, que es una madre troll, decidió "darles una sorpresa". ¿Os acordáis cuando les decían a Bart y a Lisa que iban a Disneylandia y los terminaban llevando al dentista? Pues al revés. Les convenció de que íbamos a un monasterio. Ni las lágrimas de mi sobrino (el cual ha sufrido varios monasterios) hicieron que mi hermana reculara con su mentira. Pero cuando les dijimos que tenían que ponerse el bañador, mi sobrina rápidamente se coscó de que algo no cuadraba. Por más que insistió mi hermana en que había llegado el día de su bautismo, no la engañamos. El chiquitín tiene 7 años y es aún inocente. El pobre todavía confía ciegamente todo lo que le decimos, pero la mayor ya sabe el tipo de familia que le ha tocado. Lleva 9 años sufriéndonos.

En Aqualandia hay un tobogán casi vertical de 33 metros (el tobogán acuático más grande de Europa). Te pones sobre una trampilla que se abre como en El rival más débil y caes a más de 100 km/h.
 

Por alguna razón, era la única atracción que casi no tenía cola en pleno julio. Como amante de las cosas absurdamente enormes, lo probé. Cuando subía los 10 pisos me cruzaba por las escaleras con gente arrepentida que me rehuía la mirada. Tras montarme puedo decir que sólo sirve para 3 cosas: ser el ídolo de tus sobrinos, chulearte de que te has subido en tu blog y llevarte un enema gratis. En aquel instante supe que aquella historia de la prima del Homy era 100% real y por qué el agua de Aqualandia es salada.

Al finalizar la jornada, volvimos felizmente policontusionados cantando en el coche la Potra salvaje, la nueva canción favorita de mis Pinchis. Sin duda fue uno de los mejores días de nuestra vida y puede que uno de los peores de la de mi hermana y mi cuñado (amantes de los monasterios).

Cuando volví a Úbeda, Neojin había vestido a Maclor con mi ropa y decía que había dormido con él. 


Yo tampoco quise preguntar sobre más detalles. A veces es mejor no saber…

4.7.24

La verdad tras la escultura de Iniesta

¿Os acordáis cuando, tras un trabajo de periodismo de investigación sin precedentes, di la exclusiva de que Luis Bárcenas se la había chupado a Ben Affleck? Pues hoy vengo a arrojar luz sobre un delito de tongo que he descubierto.

Si nos remontamos a 2019, la Fundación Soliss hizo el típico concurso en el que un montón de señores le dan el premio al sobrino de uno de ellos, en este caso, un valenciano llamado Javier Molina Gil (que espero que nunca lea este blog). Este concurso trataba de hacer una escultura de Andrés Iniesta y, la ganadora, se expondría en las calles de Albacete.


En la foto vemos al alcalde Manuel Serrano en su versión de 2019 en un evento en el que prometió que el 10 de julio de 2020, en conmemoración con el décimo aniversario del icónico gol contra Holanda, se inauguraría la escultura.

En 2020, el Ayuntamiento de Albacete publicó que dicha inauguración se pospondría debido a la pandemia de COVID, revelando una foto en la que se podía ver el proceso en el que se hallaba la estatua: un Andrés Iniesta completamente desnudo rodeado de los mismos fulanos de la otra foto. Esto generó el desconcierto de la población. Nadie entendía por qué el artista dedicó tiempo a esculpirle los surcos de los cojones al creador del vino Corazón Loco. Medios de comunicación españoles se hicieron eco de este hecho con titulares como “El gol de Holanda al desnudo”.


Semanas después, se publicó una foto de la escultura, esta vez vestida. El mismísimo Andrés reaccionó. 


Después de 3 largos años de un silencio incómodo por parte del consistorio albaceteño, y tras el paso de 2 alcaldes (Casañ y Emilio Sáez) este año, por fin, ha sido colocada la escultura, con ropa, en la Avenida de España. Ha ido a visitarla el mismísimo Andrés Iniesta de la mano del alcalde re-electo Manuel Serrano en su versión de 2024. Al evento también ha acudido el equipo de fútbol que está montando Iniesta con sus, por ahora, 5 hijos.


¡Pues bien! Inspirada por mi héroe Carles Tamayo, he decidido tirar del hilo y, tras una profunda búsqueda por la primera página de resultados de Google, he encontrado la verdad. Resulta que en 2016 LA MISMA FUNDACIÓN le otorgó OTRO premio AL MISMO ESCULTOR, esta vez en la ciudad de Toledo. El concurso ahora consistía en hacer una escultura a Federico Martín Bahamontes (a.k.a El Águila de Toledo). Dicha escultura se inauguró en 2018 en el Miradero de Toledo y, debe de ser que se trata de un ídolo polémico, porque ha sido víctima de múltiples actos vandálicos que la han llevado a acabar en el suelo varias veces.


Esperemos que Iniesta no corra la misma suerte. Todo irá bien mientras que el Murcia no vuelva a jugar en Albacete.

31.3.24

Casada con un pizzaiolo

Desde hace unos meses NeoJín ha caído en las garras de una obsesión: ⭐la creación de la pizza perfecta⭐. Yo, por supuesto, no quiero truncar sus sueños, faltaría más.

Todo empezó al venirnos a vivir a Úbeda, justo encima de una pizzería que emana deliciosos vapores que se cuelan por la rejilla de ventilación de nuestro baño y embriagan toda la casa, causándonos antojo de pizza 2 veces al día -¿Llegará a la pizzería el olor de nuestro baño?-. Además, NeoJín quedó marcado por un duro pasado sin horno que le provocó severas secuelas que se están manifestando en este hogar provisto de horno. Esto lo llevó a documentarse sobre cómo perfeccionar este arte culinario. Ahora se pasa los días habándome de técnicas que escapan a mi entendimiento, como "la bofetada napolitana”, "la gasificación de la masa" o "el leopardado". Tiene una extraña y compleja fórmula donde las variables son la humedad, los gramos de harina y levadura, la temperatura... Sigue al pie de la letra todo lo que le dice el canal de Gluten Morguen y, por si esto fuera poco, antes de hornearlas, realiza un extraño ritual vudú que consiste en soplarle a la pizza por debajo. Yo finjo que todo me parece normal.

Sin embargo, a pesar de mi escepticismo inicial, debo reconocer que ha habido una clara evolución en la calidad de las pizzas. Crujientes por fuera, esponjosas por dentro, con un borde delicadamente inflado (la gasificación parece que era la clave). Incluso he fomentado esta adicción regalándole una pala para meter y sacar las pizzas del horno y una piedra volcánica, que garantiza el auténtico sabor a horno de piedra.

Tiembla Marquinetti

Pero a pesar de los resultados áureos obtenidos, nunca acaba completamente satisfecho y continua incansable buscando la perfección viendo nuevos videos de "Consejos para mejorar tus pizzas" mientras caga. Yo seguiré fingiendo que me sacrifico comiéndome sus pizzas cada semana.

15.3.24

La vida del sommelier de AOVE

Quien haya leído entradas anteriores de este blog ya sabrá que he terminado en actividades de lo más surrealistas a causa de su carácter gratuito. Por este motivo ayer arrastré a NeoJín a nuestra última azaña: una cata de aceites superpremium de esta tierra de olivos que es Úbeda.

Nos hicieron pasar a una sala donde había una mesa de juntas muy grande, de esas en las que en las películas los trabajadores de las empresas tienen ideas muy raras que catapultarán al negocio al éxito o les buscarán la ruina. Estoy segura de que ahí se han tramado planes para dominar el mundo… o al menos para subir el precio del aceite. 

Lo primero que nos dijeron es que una cata no era una degustación y que no nos íbamos a dar un festín. Primera desilusión del día. Luego nos explicaron muchas cosas sobre el aceite y cómo debíamos catarlo.

Hay distintas fases:

  • La primera era olerlo. Cuando nos preguntaron que a qué olía la gente decía sabores dispares “¡A alcachofa!”, “¡A plátano macho!” y los instructores “¡¡¡CORRECTO!!!”. Yo flipaba. Eso sólo olía a aceite.
  • Luego había que enjuagarse con él como si fuera Listerine y coger aire por la boca haciendo sonidos obscenos.
  • Después, había que tragárselo para notar otros sabores distintos. En este punto NeoJín estaba convencido de que, tras un rato, alguien de esa habitación moriría súbitamente y el resto tendríamos que descubrir quién lo había matado.
  • El siguiente paso era a los 10 segundos de tragárselo, cuando la gente se ponía sincrónicamente a toser (es lo que tiene echarse un lingotazo de aceite a palo seco).

La gente notaba sabores completamente diferentes entre unos y otros (o eso decían). Yo sólo noté que uno estaba más amargo.

Nos dijeron que sólo había que beber un traguito, pero, ¿quién era el tonto que se dejaba ahí ese oro líquido que nos habían dicho que era carísimo y que tenía propiedades que nos haría inmortales? Nos abocicamos a los vasitos como si no hubiera un mañana. No lo intenten en casa. 

Sin embargo, hubo un secreto que estos eruditos olvidaron decirnos. La última fase de una cata ocurre horas después: cuando paladeas el sabor de los eructos de aceite. Eso sí es retrogusto, ¡la verdadera experiencia gourmet!

27.12.23

La Chocotorta se baila así

Como gran consumidora de canales de cocina de Youtube llevaba un tiempo viendo vídeos de la Chocotorta: una tarta de galletas, dulce de leche, queso de untar y café o leche con cacao muy fácil de hacer que cuenta con hordas de fans. Puesto que a NeoJín le encanta el dulce de leche, pensé en hacérsela para su cumpleaños, pero resulta que la Chocotorta canónica se hace con galletas Chocolinas, que es una marca argentina. He visto mucha insistencia en que es importante que sea esa marca porque tienen un sabor de chocolate amargo que marida muy bien con el dulce de leche. También insisten mucho en que el dulce de leche sea repostero, que es más duro que el normal, porque si no, puede irse todo a la mierda. No encontré ninguna de las dos cosas, así pues, yo, que quería hacer un postre casero original, terminé pasando por el aro del consumismo comprando por Amazon el Pack Chocotorta, donde te vienen las galletas y el dulce de leche repostero en un empaquetado colorista de lo más bonito. Podemos afirmar que la Chocotorta es como Milei: argentina y capitalista. La experiencia Chocotorta terminó haciéndome sentir como si estuviera haciendo una tarta de la marca Royal, de estas en las que mezclas polvos que vienen en sobres. 

 


Pero bueno, tras tantos vídeos vistos sobre la Chocotorta, tenía la necesidad de probarla y está buena, es bonita y es divertida y relajante hacerla, pero, si la vuelvo a hacer, intentaré la versión no reglada con otras galletas y dulce de leche normal a ver si es tan grande la diferencia.