2.3.17

Una despedida que llega con más de tres años de retraso

Aprovechando que estoy en Albacete dos días y tengo wifi (soy bloguera y no tengo internet, ¿queréis que nos peguemos por eso?) estoy un poco a tope con el blog. Total que he visto que tengo 41 entradas en borradores abandonadas  y entre todo eso he encontrado esto que lo programé para el 18 de julio de 2014, pero como no sé si soy monguer o lo es Blogger nunca se publicó y no sé bien por qué (creo que me parecía demasiado personal y terminó dándome vergüenza) decidí finalmente no publicarlo. Lo dejo tal cual, aunque cambiaría mil cosas porque siempre que leo a la yo del pasado me cae mal.

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Hace un año que Tonelete se fue después de estar 2 meses con altibajos de salud. En su momento no me apetecía ponerlo por aquí, pero siento que de alguna manera tengo que usar por última vez la etiqueta #Tonelete en este blog. 

La verdad es que los últimos momentos fueron horribles. Para él es obvio, pero para mí también porque no puedes saber en qué punto decir basta y sacrificarlo porque es difícil saber si se va a recuperar otra vez o no. Esta tarde hará un año que, estando los dos tumbados en la cama, él no pudo aguantar más y simplemente se fue. Como tampoco sabía qué protocolo seguir y tirarlo a la basura me resultaba un poco irrespetuoso (aunque qué más le daba a él), lo llevamos al sitio más cercano y poco transitado en el que poder dejarlo para que se lo comieran otros animales (igual esto os suena más hardcore que tirarlo a la basura). Como si todo fuera premeditado, justo después se puso el sol y el cielo se quedó con esta estampa celestial.


NeoJín y yo siempre supimos que Tonel era del Betis, no sé por qué, pero se le notaba y a veces lo comentábamos. En el momento de dejarlo NeoJín se sacó del bolsillo una especie de tazo del Betis y lo dejamos junto a él. Aunque quizás os suene ridícula la estampa, he vivido pocos momentos más lacrimógenos que aquél.

No pensaba que fuera a notar su falta durante tanto tiempo.  En realidad eran pequeños detalles,  por ejemplo hasta varios meses después, cada vez que se me caía algo o sonaba un ruido fuerte en el ordenador pensaba "Mierda, que lo voy a despertar". Su despedida me recordó a la sensación de cuando te acabas un buen libro, triste pero con buen sabor de boca. No sé qué opinión tendría él pero yo creo que su vida fue buena y larga y desde mi punto de vista los buenos momentos compensaron con creces los malos. Yo creo que los dos nos alegramos de haber coincidido en el espacio-tiempo.

Tonelete, sé que no me lees (y no porque no supieras leer) pero por si acaso, quiero que sepas que a pesar de que te comieras una camiseta e incluso intentaras comerte a mi propia madre, en todo momento fui muy feliz de ser tu mamá.